jueves, 18 de abril de 2013

Un cierto sentido.

¡Por fin! Piensa Carlos al tiempo que se tumba extenuado en la cama matrimonial. Durísima jornada laboral la de Carlos. Y extensa: 15 horas en la oficina y todo el tiempo con esa inquietante sensación de desespero, con la frustante amargura de presentir que todo se va al carajo ¡tanto esfuerzo tirado por la ventana! Todo por culpa de la crisis, la puta crisis.

Su mujer le da la espalda, está desnuda. Carlos  se acomoda en el cuerpo de ella buscando la ergonomía de los miembros, se acurruca en la calidez del contacto y respira hondo. Por arte de magia los pulmones se le ensanchan y las cervicales se distienden. Su pene, independiente de cualquier acto voluntario, se posiciona entre las nalgas de ella brujuleándose sin motor y aparcándose comodamente en el mullido espacio entre ambas. Qué gracia divina disponer de ese acogedor parking nocturno donde los problemas decrecen y las bonanzas se inflaman, donde lo estéril fermenta en fecundo y donde los sinsabores de la vida adquieren un cierto sentido...

miércoles, 17 de abril de 2013

El imperio de los sentidos.

Quémame suavemente con tus ojos, deslízalos como tú sabes por cada rincón de mi cuerpo mientras desnudas mi deseo más profundo, que tu respiración me queme los labios mientras buscan el color de tu piel tras la penumbra de este fuego que nos invade, regálame los oídos mientras tus palabras se sumergen bajo mis tirantes haciendo viajar la excitación mas allá de otros mundos, vísteme con tus manos mientras me diseñas el traje que nos envolverá antes de que lo hagan esas sabanas de nuestro lecho, lugar donde no hay misterio, ni preguntas, tan solo respuestas y onomatopeyas, ragálame esa mezcla de juego y fuego chispeante, regálame ese volcán bajo tu piel y llévame con él a ese sueño irrecuperable donde puedan hablar nuestros sentidos en silencio, donde griten aquellos gemidos ahogados por momentos de silencio, elévame porque mi piel ya no desea tocar el lecho, sino esa otra dimensión de espacio tiempo donde tan solo cabe esa mezcla de dos cuerpos fusionados entre sudor, color y aroma. Todo vuelve, todo pasa, vuelve la calma, el deseo duerme ya bajo el secreto de nuestra memoria, nuevamente despertamos sobre el lecho, el nuevo día nos recuerda nuestra despedida.

lunes, 15 de abril de 2013

En memoria de Inés.

He intentado olvidarla, doctor. No recuerdo ya su nombre completo, ni el color de su utilitario, ni la dirección de su casa, ni siquiera la fecha de su cumpleaños pero hay algo de ella que me persigue hasta en sueños: el reflejo de su silueta deliciosamente desnuda en la cristalera de mi dormitorio. Su cuerpo arqueado y sumiso esperando a recibir el mío por detrás para abocarnos juntos hacia un perfecto orgasmo. La necesidad animal de agarrarle el culo con fuerza como si tuviera miedo a que se me escapara entre las manos... recorrer sus pechos con mis dedos helados sintiendo en sus pezones la dureza de la excitación compartida... navegando en la humedad de su deseo... disfrutando del sexo juntos como dos dementes sin pensar en un mañana... sin hacernos preguntas...

¡No puede ser normal...! ¡Creo que estoy enloqueciendo! Hay noches en las que me despierto, acompañado por supuesto y como siempre de Ana, y veo su imagen junto a la puerta pidiéndome con la mirada que no la mate del todo. No sé si aprender a vivir con el fantasma o buscar algo realmente poderoso que la volatice de mi alma definitivamente... aunque reconozca ahora que sigo echándola de menos.

domingo, 14 de abril de 2013

Como un flash.

Las imágenes, los sucesos, transcurrieron como si de un flash Metz se tratase, Así es como lo recuerdo: Sus ojos clavados en mi trasero. Mi vista viajando a su abultada entrepierna. Chispas en el espeso aire, vicioso, atando nuestros cuerpos. Trémula su mano posada con tiento en la piel de mi muslo, subiendo despacio y arrastrando la tela incauta. Dedos calientes, gruesos, siniestramente lentos llegando hasta mi centro. Su boca voraz se arroja y precipita en caída libre hasta impactar contra mi pecho. Muerde el borde de mi escote. Lo arranca de un solo tirón. El pecho derecho sale despedido del vestido. Un pezón turgente y rosado es atrapado por sus sabios labios. Dientes torturándolo. Separa mis piernas con la rodilla. Violento. Suspiro. Jadea. Jadeo. Tacto perfecto dentro de mi sexo, notando las yemas de sus dedos palpar con acierto el punto correcto. Reclino la cabeza y gruñe ahora en mi oído, mordisqueando mientras el suave lóbulo encendido. Más fuerte. Veloces latidos. Sangre derrapando. Estrangulados gemidos. Grito. ¡Grito! Descargo en su palma y me sorprendo al ver que relame esos dedos con los ojos cerrados. El ascensor abre sus puertas y, sin un adiós, me despido...