Como olvidar esos atardeceres aferrado a tus negras caderas, descargando con coraje todo mi deseo en tus entrañas, sin un solo reproche por tu parte.
Destacabas entre las demás y por eso fuiste mi elegida, tu tierna mirada, tu suavidad, y ese calor que derrochaba tu interior cuando, en las tardes solitarias, sujetando con fuerza tu largo pelo negro rizado, embestía con ímpetu golpeando con mi pelvis tus firmes nalgas hasta quedar exhausto.
Aún derramo lágrimas recordando aquel amanecer en que me fuiste arrebatada. En ocasiones he intentado suplir tu ausencia con otras, pero jamás he logrado sentir el placer que tú me regalabas.