sábado, 13 de abril de 2013

El clic.

Su marido esperaba en el puerto de Atenas para disfrutar una travesía en velero por las islas acompañados de una docena de amigos comunes. Un excelente regalo para recuperarse de la operación que había sufrido recientemente.

El viaje en el autobús resultaba pesado, un apuesto joven que viajaba a su lado le ofreció amablemente una revista para hacerlo más ameno.

A Claudia le sorprendió sentirse identificada con la mujer de aquel tebeo, se trataba de un comic titulado "El Clic". No pudo evitar excitarse leyendo la aventuras eróticas de aquella historieta. Cerró los ojos imaginando ser la protagonista, abriendo levemente las piernas al sentir el deseo fluir en su vientre. 

Al llegar, devolvió el comic al hermoso joven totalmente ruborizada. Mayor fue la sorpresa al descubrir que viajaba en el mismo velero que contrató su marido.

Tomaba el sol en cubierta, contemplada a escondidas por el misterioso joven, cuando sintió aquel intenso cosquilleo recorrer el interior de su cabeza...

¡¡¡CLIC!!!

viernes, 12 de abril de 2013

Concupiscencia.

Se conocen de toda la vida. Jamás ha habido nada entre los dos. Salvo esa sensación eléctrica...

No puede ser, perderían demasiado, sus mundos acabarían dañados.

Pero cada vez que se ven, sólo durante el tiempo que dura una mirada, pasa por sus mentes la fugaz idea...

¿Cómo sería?

En realidad, lo saben. Lo han fantaseado demasiadas veces. En todas las situaciones, en todas las posturas, con todas las palabras, las miradas y los silencios.

En todos los demás aspectos, casi ni se entienden. No se trata de romanticismo... es sólo sexo. Atracción irracional. Química. Deseo.

Separados por demasiados kilómetros, cada uno en su cuarto, a su manera, dedica al otro su pasión. Su lubricidad y sus jadeos.

Él ha imaginado tantas veces su cuerpo y sus reacciones que sabe de sobra cómo actuar. Acompasa las imágenes con los vaivenes de sus caderas, cómo sabe que a ella le gustaría, sabe que esa es la manera, sabe que esa sonrisa lasciva que mantiene durante todo el proceso es exactamente lo que ella quiere de él...

Ella, torbellino, imagina las palabras exactas que le susurraría con mirada impertinente, restregándose entera contra las sábanas. Sabe que no es lo que le haga, si no lo que le diga mientras se lo haga..

Y así, pasan los años.

Mejor seguir así, la realidad podría ser decepcionantemente.. real.

 

miércoles, 10 de abril de 2013

Sandra.

Sandra salió de la ducha y sin apartar sus ojos de la imagen de su cuerpo desnudo reflejada en el espejo, expuso su larga y negra melena al flujo de aire caliente procedente del pequeño secador de viaje que sujetaba con su mano izquierda, mientras en su mano derecha un peine de elaboración muy delicada, especial para el pelo largo, separaba sus cabellos color azabache.

Su cuerpo reaccionó con una sensación de calor muy agradable cuando sintió que algunos mechones, oscilando ingrávidos, acariciaban sus pechos al compás de las ráfagas de aire. Recogió la bata de seda azul celeste y con movimientos delicados la deslizó sobre sus hombros, deleitándose con su tacto suave y fresco.

Se encaminó hacia el dormitorio y reguló la polícroma lámpara, consiguiendo una atmosfera de tonos fucsis. Abrió la ventana y dejó que el sonido de la calle inundara la habitación. Le gustaba oír a los hombres charlando de sus cosas en la puerta del bar que había bajo su apartamento.

Tumbada en la cama se abandonó a los sentidos y estos la inundaron sintiendo la suavidad de la seda y las voces masculinas que penetraban en su mente mientras se mezclaban con la imagen de labios sensuales que pinchaban al besarlos. Su excitación la sentía como oleadas de calor que la hacían arder de placer. Acarició sus pezones y deslizó la mano rozándose tímidamente el sexo que deseaba ser tocado.

Sin pausa comenzó a sentir que todo se agolpaba y pensó en los hombres de voces varoniles, mientras con movimientos de contracción descargó andanadas de semen sobre la bata de seda azul celeste, quedando relajada mientras el espeso y translucido liquido resbalaba entre sus dedos. 

 

Foto y relato dedicado a uno de mis seguidores, "Santiago" tú ya sabes de qué va...
Espero que te haya gustado.
Un besito. 

lunes, 8 de abril de 2013

Dulces cadenas.

Abro los ojos. Las cadenas siguen en su sitio, ancladas al techo, apretando, doliendo. Sigo llevando sólo una falda deshilachada que deja a la vista mis nalgas y mi sexo y una camiseta blanca de tirantes, tan escotada, que el más leve vaivén libera mis senos.

Estudio la estancia. Es la caja de un gran camión. Diáfana. Blanca. Sucia.

Se abre la puerta. Esta vez son 3. Ropa de trabajo, barbas y sudor. Igual que los anteriores.

Se pasan la mano por la cara, sonríen de medio lado, disfrutan con la anticipación... Mis ojos asustados los excitan aún más. Se acercan, me rodean. Me agarran. No media ninguna palabra, tienen un cometido y lo que yo pueda decirles no va a importarles.

No sé de quién es cada mano. Una en mis pechos, estrujándolos, pellizcándolos. Otra en mi sexo hace el ancestral vaivén invasor. La última tarda un poco más, pero lo hace con una contundente palmada en mis nalgas. Risas cómplices.

Aflojan un poco mis cadenas, para que la tarea les resulte más cómoda. Sigo atada, pero ahora estoy tumbada boca arriba, sobre uno de ellos. Otro se tumba sobre mí y como en una coreografía sórdidamente orquestada, me penetran a un tiempo. Acompasan sus movimientos, cada uno en su gruta, deslizándose. Si se sorprenden por no encontrar resistencia, no lo dejan ver. Pensarán que están de suerte... El que hasta el momento observaba, no lo resiste más y encuentra su propio espacio. Con una mano aprieta mi mandíbula y con la otra se ayuda para introducirse, con cuidado de evitar mis dientes. Y jadea.

Es el momento. Comienzo a moverme, primero despscio, más rápido cada vez. Saboreo, jadeo, arqueo la espalda, con cuidado de que no se salga. Los acompaño, los acompaso, los comprimo y los succiono... no se sabe quién folla a quién. Su desconcierto precipita su culminación. Los saco de mí. Me empapan con su viscosidad.

Recomponen sus ropas. Me dejan ahí tirada, no se atreven a mirarme. Cierran la puerta al salir.

Me pongo en pie. Me quito las cadenas. Voy a un rincón y cojo mi bolso. Me aseo, me pongo ropa limpia.

Se vuelve a abrir la puerta. Es el dueño del camión. Le doy un abultado sobre que coge con mirada escéptica. Como siempre. "Todo en orden" le digo. Y me voy de allí, sabiendo que pronto querré volver.