Tras la puerta.
Cerré la puerta y sin haber dejado caer las llaves en la mesa, me agarró por la espalda con fuerza el brazo y me empujó al respaldo del sofá. Sabía que era él aunque no estaba acostumbrado a tales desmanes. Apoyé mis manos. Notaba la presión an mi espalda y el recorrer lo largo dw sus brazos contra los míos. Mi espalda se convirtió en una autopista para su lengua que la recorría sin detenerse y sus manos ya palpaban cerca de los genitales. Le tapé los ojos con mi boca dando besos. Tampoco hablé. Estaba dejando la imaginación divagar: Grandes, pequeños, rojos y naranjas, estridentes o armónicos y seductores, suntuosos siempre, insípidos... o no. De todas formas y para todas las partes. De cualquier manera: íntima, lasciva, tántrica, sexual de todos modos. Se me doblaban las rodillas. Quería todas. Sentirle dentro de mí, detrás mía; Quería abrazarle mientras sus labios recorriesen el interior de mis muslos; Quería chuparle a la vez que me penetraba y escuchar los gemidos reprimidos a dos centímetros de mi oreja, quejidos que explotaban en mi cabeza y me hacían expulsar todo lo que tenía. Quería tener seis de él dediándose a mí....
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